El MAB propone una agenda de investigación interdisciplinaria y de fomento de la capacidad centrada en las dimensiones ecológicas, sociales y económicas de la pérdida de la biodiversidad y su reducción.
Además, debido a que se interesa en los problemas relativos a la interrelación entre las cuestiones científicas, medioambientales, sociales y de desarrollo, el MAB combina las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales, la economía y la educación con el fin de mejorar las condiciones de vida de los seres humanos y salvaguardar los ecosistemas naturales. De este modo, fomenta enfoques innovadores para alcanzar un desarrollo económico adecuado socio-culturalmente y sostenible desde el punto de vista ambiental.
Cada reserva de biósfera debe observar tres funciones complementarias, preservar los recursos genéticos, especies, ecosistemas y paisajes; tener un rol importante en el desarrollo de la región soportando actividades económicas sustentables; y una función logística que contemple la educación ambiental, la investigación y el monitoreo de los parámetros indicadores del estado de conservación y uso sustentable del área.
La creación de una Reserva de Biósfera supone un enorme reto de concertación de intereses, principalmente por la necesidad de establecer un mecanismo apropiado, como un comité de gestión, suficientemente representativo de todos los actores sociales involucrados, que permita institucionalizar la participación social, conciliar diferencias y aspectos conflictivos y planificar y coordinar todas las actividades que han de desarrollarse en ella. Esta dimensión humana de las Reservas de Biosfera es lo que las hace distintas a las demás reservas naturales. La gestión tiene que ser abierta, dinámica y flexible. Una filosofía como ésta exige paciencia e imaginación, pero permite a la población local estar mejor preparada para responder a las presiones políticas, económicas y sociales externas que podrían afectar los valores culturales y ecológicos de la zona.